Miami.
En estos días, la globalización es como una piñata; le pegan por todos lados y las críticas caen como caramelos. Pero si la globalización es como una piñata, entonces es de las hechas con puro cartón, de las que resisten valientemente los golpes y que –contrario a lo que pasa con las que tienen centro de barro- casi nunca se rompen. En otras palabras, mientras mas se crítica al fenómeno de la globalización, mas nos damos cuenta de su fortaleza.
Uno de los comentarios mas atinados sobre la globalización se lo escuché al presidente del gobierno español, José María Aznar. Decía que lo importante no es calificar a la globalización como buena o mala, sino entender que nos tenemos que adaptar a ella para sacarle el máximo provecho.
El presidente norteamericano, Billa Clinton, anda chiflando la misma canción. En Florencia, Italia, dijo hace unos días lo que parecía el mantra del vendedor mas grande del mundo. “Si le damos acceso a la gente a las nuevas tecnologías”, dijo Clinton, “va a haber mucha gente inteligente que va a encontrar la manera de ganar mucho dinero”.Y esta visión clintonita es, precisamente, la que ha querido enfatizar la Organización Mundial de Comercio durante su reunión de 134 países miembros en Seattle.
La globalización o la internacionalización del comercio es un sistema lleno de imperfecciones…pero por ahora es el único que hay. Si un país cierra sus fronteras o pretende vivir sin tomar en cuenta las nuevas reglas del juego, sería como cometer un suicidio económico. Así que la actitud de la mayoría de las naciones –incluyendo las socialistas como Cuba y China- ha sido la siguiente: se amarraron el cinturón, echaron p’alante, para luego ver cómo pueden protegerse de las inequidades del sistema.
En la globalización gana el que produce mas barato que el vecino y el que sepa dónde y cómo colocar sus productos. La misma naturaleza de la globalización –nos dicen los teóricos y los economistas- obliga a que los empleos, las ganancias e inversiones, vayan a los países que pueden producir con mayor eficiencia y control de costos. Por ejemplo –y perdonen las simplificaciones- pero si puedo comprar unos zapatos brasileños, muy bien hechos, ¿por qué voy a querer comprar unos suizos o italianos al doble de precio? Así, si los aguacates de Michoacán son los mejores que hay (en sabor y consistencia) ¿por qué pagar mas por aguacates de la Florida o California? De la misma manera, si los autos alemanes y japoneses son de mejor calidad ¿para qué comprar suecos o norcoreanos? Y si las computadoras norteamericanas son las mas baratas y bien construidas que existen ¿para qué importar ordenadores del otro lado del pacífico? Hay mil ejemplos.
Desde luego, el capital es movible y el billete se va hacia los países productores. Por esto, la globalización o internacionalización del comercio ha creado sociedades especializadas en ciertas áreas…y muy debilitadas en otras. La idea es que las naciones identifiquen sus ventajas competitivas e inviertan en ellas, mientras van desmantelando las industrias que no son costeables.
En blanco y negro, las cosas no suenan tan mal. Pero las desventajas de la globalización se miden en carne y hueso. La internacionalización del comercio ha dejado a millones de personas en las filas del desempleo. Y en muchos países las sumas y las restas no salen. Es decir, le entraron de frente al juego de la globalización y perdieron: ahora tienen mas pobres que antes. (Basta mencionar el patético caso de Rusia y sus fracasados intentos de adaptarse al capitalismo.)
La globalización, no hay duda, tiene sus indiscutibles ventajas. Pero también es legítimo y necesario denunciar la internacionalización cuando deja a millones de desempleados, cuando acaba con industrias completas, cuando empobrece, cuando pone a niños a trabajar y cuando afecta negativamente el medio ambiente.
Por lo anterior, muchos países le han puesto un freno a su carrera globalizadora. Y antes de seguir abriendo sus fronteras a cualquier producto, están analizando cómo proteger a los trabajadores que pudieran perder sus empleos por la competencia del exterior. Sí, el talón de aquiles de la globalización es el desempleo.
Pero en las resistencias a la globalización tampoco nos podemos pasar. Ni muy muy ni tan tan.
Los políticos latinoamericanos–que tiene el olfato bien desarrollado- han captado rápidamente el desencanto de los votantes con la globalización y desde Chile hasta México están basando sus candidaturas en ataques populistas al neoliberalismo y al capitalismo salvaje. Y sí, van a conseguir votos, como lo hizo Hugo Chávez en Venezuela. Pero a la hora de la hora, cuando tengan que gobernar, no podrán hacerlo aislados y con una economía cerrada al mundo. Sería algo así como tener hambre y darle la espalda al refrigerador.
La globalización, no hay duda, tienen sus hoyos y le da duras mordidas al tradicional concepto de soberanía. Y por eso, la actitud mas saludable respecto a la internacionalización de la economía mundial parece ser la del malabarista. Hay que balancear la apertura económica con la protección al trabajador, la creación de nuevas industrias con el cuidado al medio ambiente y las inevitables pérdidas de empleos con entrenamiento y capacitación.
Aznar tiene razón. Nada ganamos con echarle la culpa de todos los problemas de la humanidad a la globalización. Hay que hacerse plastilina y adaptarse. Si hubiera otra cosa, bueno…pero como dicen los norteamericanos, por ahora, it’s the only game in town.
Posdata para los presidentes silenciosos. Seguramente los presidentes que asistieron a la pasada reunión cumbre Iberoamericana en la Habana y que no se atrevieron a criticar, de ninguna manera, las falta de libertades en Cuba, están hoy siendo torturados por la mirada de un niño. El se llama Elian González, tiene cinco años y es uno de los tres sobrevivientes de un naufragio frente a las costas de la Florida. Otros diez murieron, incluyendo a la madre y al padrastro de Elian. Todos huían de la dictadura de Fidel Castro. En las fotos Elian ve al vacío, tal vez acordándose todavía de las horas que pasó en el mar flotando dentro de un neumático –hasta que fue rescatado. O quizás pasando una y mil veces esa terrible cinta mental en que su madre se ahogaba. Estoy seguro que muchos de los presidentes que prefirieron el silencio a la denuncia durante la pasada cumbre en Cuba -incluyendo a Hugo Chávez- no serían capaces ahora de mantenerle la mirada a Elian.