Nueva York
Cada vez que algo sale mal en Estados Unidos, los primeros en ser vistos como culpables o sospechosos son los inmigrantes. Tras los actos terroristas del pasado 11 de septiembre y el anuncio de que estamos en medio de una recesión económica, ha resurgido con fuerza el sentimiento antiinmigrante en este país. Pero los inmigrantes que viven en Estados Unidos, lejos de ser los culpables del terrorismo y de los problemas económicos, pueden ser parte de la solución.
Es cierto que los responsables de la muerte de más de 3 mil personas en el World Trade Center, el Pentágono y Pennsylvania fueron extranjeros. Pero los 30 millones de inmigrantes que vivimos en Estados Unidos no somos terroristas. Los inmigrantes no debemos ser los chivos expiatorios por las enormes fallas en los servicios de inteligencia de la CIA y el FBI que permitieron el secuestro de cuatro aviones.
Contrario a lo que muchos piensan, este es el momento más apropiado para otorgar una amnistía o legalizar el estatus migratorio de mas de ocho de indocumentados que viven en este país. Hacerlo permtiría identificar y localizar a personas que, en la práctica, no existen o son invisibles para el gobierno norteamericano y sus agencias de inteligencia. La idea no es tan descabellada.
Altos funcionarios de México y Estados Unidos querían tener para finales del 2001 una propuesta concreta sobre el futuro de millones de indocumentados. El 11 de septiembre lo detuvo todo. Sin embargo, las pláticas entre ambos gobiernos se han reanudado y hace solo unos días -durante la visita del canciller mexicano Jorge Castañeda a Washington- el Secretario de Estado Norteamericano, Colin Powell, dio una señal de esperanza. “Estoy comprometido, y el presidente (Bush) está comprometido, a regresar al tema de la legalización de los mexicanos”, dijo Powell. “No nos hemos dado por vencidos.”
La negociación migratoria entre México y Estados Unidos es urgente: cada año mueren mas de 300 inmigrantes en su intento de cruzar ilegalmente la frontera. Pero más de 300 mil lo logran sanos y salvos. Un acuerdo migratorio permitiría que el flujo de inmigrantes fuera seguro, controlado y regulado.
Y así como tiene sentido legalizar a millones de indocumentados en la lucha contra el terrorismo y por motivos humanitarios, existen también muchos argumentos a nivel económico para tomar esa decisión. Por principio, es preciso decir que con la ayuda de los inmigrantes Estados Unidos vivió el pasado boom de la economía y que debido en parte a sus contribuciones, tambien, este país saldrá de la actual crisis.
Los detractores de los inmigrantes suelen decir que estos toman más de lo que aportan al país. Pero esto es un mito y una mentira. El estudio más completo realizado al respecto -el de la Academia de Ciencias- establece claramente que todos los inmigrantes, legales e indocumentados, contribuyen en mas de 10 mil millones a la economía de Estados Unidos cada año.
Los inmigrantes son una necesidad para evitar la inflación y mantener bajos los precios. Sin los inmigrantes un tomate podría costar cinco dólares, una hamburguesa 20 dólares, un filete mignon 50 dólares y los norteamericanos tendrían que pagar dos y hasta tres veces más por la renta o compra de sus casas. Además, Estados Unidos necesita de más inmigrantes -que, por supuesto, pagan impuestos y crean puestos de trabajo- para mantener a una población que envejece a ritmos acelerados.
Lo más triste, sin embargo, de las críticas a los inmigrantes es que una buena parte de ellas no tienen un sustento en la realidad ni en razonamientos económicos sino en el racismo y la discriminación. Esta nación fue creada por inmigrantes y cada uno de los que vivimos en Estados Unidos -con la excepción de las indios americanos o native americans- es un imigrante o un descendiente de inmigrantes. Todos. Pero esto tiende a olvidarse cuando surge alguna crisis financiera o de seguridad nacional.
Los inmigrantes latinos, es cierto, están tranformando la cara de Estados Unidos. La población hispana aumentó casi 60 por ciento de 1990 al 2000 y actualmente somos mas de 40 millones de latinos (si le sumamos los millones de indocumentados a las 35 millones de personas de origen hispanoamericano que contó el censo). No hay rincón del país donde no se escuche español o donde no se sienta la influencia de las distintas culturas latinoamericanas. Sin embargo, esto no debe verse como una amenaza. Por el contrario.
Los latinos se están asimilando sin muchas dificultades a Estados Unidos: en poco tiempo tienen mejores salarios, más altos niveles de educación y en su gran mayoría aprenden el inglés (según un estudio de la Universidad del Sur de California). Además, nadie debe cuestionar su patriotismo: tras los hechos terroristas de septiembre hubo banderas norteamericanas ondeando desde Hialeah en la Florida y Pilsen en Chicago hasta Brooklyn en Nueva York y el este de Los Angeles; supe de gente -que ni siquiera era residente legal- dispuesta a ofrecerse como voluntaria para el ejército estadounidense; y, como ya es costumbre en las guerras en que participa este país, un alto porcentaje de los soldados de Estados Unidos que están luchando en Afganistan tienen apellidos como Rodríguez, Salinas y Pérez.
Estados Unidos es una nación multiétnica, multicultural y multirracial. Y aceptarse como tal es su verdadero reto. En esto radica su fuerza y su destino. Por eso, ser antiinmigrante es, en realidad, ser antiamericano.
Jorge Ramos es el conductor del Noticiero Univision y el autor del libro The Other Face of America; chronicles of the immigrants shaping our future.