La nueva regla de la política norteamericana es que nadie puede ganar una elección importante sin un apoyo significativo del voto hispano. Y eso lo saben, por las buenas y por las malas, Barack Obama, Hillary Clinton y John McCain.
En las votaciones presidenciales del 2000 y del 2004 el voto de los latinos decidió que George W. Bush llegara en la Casa Blanca. Y lo nuevo en este interesantísimo año electoral es que, por primera vez en la historia, los electores hispanos también están escogiendo a los nominados de ambos partidos a la presidencia. John McCain ganó el voto latino y ya es el virtual nominado del partido Republicano.
¿Se han fijado que ya nadie habla del voto hispano como un gigante dormido? Estamos más despiertos que nunca, somos muchos y seremos aún más.
Para el año 2050 habrá 125 millones de latinos (la tercera parte de la población) y los blancos se convertirán en minoría, según el más reciente estudio del Pew Research Center. Y eso tiene enormes implicaciones. Más latinos con más dinero y mejor educación significa, a la larga, más poder político.
No, todavía no hemos logrado colocar a un latino en la presidencia. Pero estoy convencido que el primer presidente hispano ya nació. Mientras tanto, los electores hispanos están escogiendo alcaldes, gobernadores, congresistas, senadores…y candidatos a la presidencia.
Esto nos lleva, directamente, a la pelea entre Barack Obama y Hillary Clinton por el apoyo de los latinos en Texas, que son el 36 por ciento de la población. La contienda entre los dos precandidatos Demócratas a la presidencia está tan cerrada que el voto latino pudiera decidir al ganador. Así de simple, así de importante.
Ultimamente se ha discutido mucho sobre las tensiones entre la comunidad afroamericana y la comunidad latina. Es una realidad que no podemos ocultar; se ve en las calles, en las escuelas, en las cárceles. Es una fricción que surge por la competencia económica y política. Son dos grupos buscando lo mismo: una mejor forma de vida y mayor representación. Pero es un error creer que los hispanos no están dispuestos a votar por un candidato afroamericano debido a prejuicios raciales.
El alcalde afroamericano David Dinkins ganó abrumadoramente el voto latino en Nueva York. Lo mismo hizo el alcalde Ron Kirk en Dallas. Y más recientemente Barack Obama ganó el voto hispano en las elecciones primarias de Virginia, obtuvo el 45 por ciento en Maryland y hasta el 41 por ciento en Arizona.
La realidad es que el apoyo de Barack Obama entre los hispanos va en aumento. Después de haber conseguido tan solo el 26 por ciento del voto hispano el mes pasado en Nevada, Obama se dio cuenta que necesitaba a los latinos. Así que resaltó el apoyo que tiene de políticos hispanos importantes (como el congresista Luis Gutierrez y el ex alcalde de Denver y exsecretario de transporte, Federico Peña), contrató a una asesora en medios hispanos y el cambio se sintió casi inmediatamente.
Hillary Clinton, hasta el momento, ha obtenido la mayoría del voto hispano. Pero como ella mismo me dijo en una entrevista, su campaña no se ha beneficiado de las tensiones históricas entre afroamericanos y latinos.
Hillary ha ganado entre los latinos porque la conocen mejor que a Barack, porque los latinos se acuerdan de los buenos tiempos económicos durante la presidencia de Bill Clinton, porque durante su gobierno había menos redadas que ahora contra los indocumentados y por el acercamiento de los Clinton hacia América Latina, en general, y hacia México, en particular. Fue Bill Clinton quien firmó el Tratado de Libre Comercio con México, que entró en efecto en 1994.
La pregunta es si Hillary logrará sostener el apoyo que ha disfrutado por tanto tiempo entre los hispanos o si Barack conseguirá robarle, también, esa importantísima parte del electorado. Texas es el campo de batalla.
No es, pues, una coincidencia que ambos candidatos hayan aceptado participar en un debate patrocinado por CNN y Univision (transmitido en inglés y en español) antes de las elecciones primarias en Texas el martes 4 de febrero.
Tanto Hillary como Barack saben que su futuro depende de los votantes hispanos. Ni más ni menos.
Los latinos deciden. Y eso es cambio.