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LOS OLVIDADOS

Los Angeles

Se olvidaron de nosotros. Nos dejaron como novias de pueblo: vestidos y alborotados. A la hora de la hora, los dos principales candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, el republicano George W. Bush y el demócrata Al Gore, se pusieron a hablar de otras cosas y nos dieron la espalda a los hispanos.

No, no es que no nos interese que piensan hacer con los programas de salud y con las escuelas y con el fondo de retiro del seguro social. Claro, todos esos son temas que afectan directamente a los 35 millones de latinos que vivimos en los Estados Unidos. Pero además de esos temas, hay otros -muy específicos- que los candidatos ni siquiera se han atrevido a mencionar y que afectan enormemente a los hispanos.

La verdad es que al principio de la campaña presidencial todos nos fuimos con la finta. Creíamos que, efectivamente, éste año los dos candidatos sí nos iban a hacer caso a los latinos. Champurreaban sus palabritas en español, daban entrevistas a los medios de comunicación latinos y designaron a personas que mantuvieran un contacto constante con los hispanos. El flirteo parecía venir en serio. Incluso algunos llegamos a pensar: ahora sí, los candidatos quieren enamorar a los votantes hispanos. Pero -horror- nos equivocamos.

En los últimos tres debates televisivos no hubo ni una sola mención, ni una, a algunos de los temas que preocupan específicamente a los latinos. Es decir, los dos candidatos tuvieron cuatro horas y media para decir cualquier cosa. Y nunca, nunca, quisieron meterse en esas aguas turbulentas.

Por ejemplo, los mexicanos, centroamericanos y colombianos están muy interesados en que se discuta una amnistía migratoria para seis millones de inmigrantes indocumentados en los Estados Unidos. Ni pío dijeron Gore y Bush. Los cubanos quieren explorar nuevas formas de promover la democracia en Cuba para terminar con los 41 años de dictadura de Fidel Castro. Sin embargo, todo parece indicar que Castro conocerá al décimo presidente norteamericano desde que llegó al poder…y sigue contando. Y los puertorriqueños quisieran escuchar las posiciones de ambos candidatos sobre la controversial presencia de la marina norteamericana en la isla de Vieques y respecto al deseo -y derecho- de dos millones 400 mil personas en Puerto Rico de votar en las elecciones presidenciales del martes siete de noviembre. Y nada, nada, nada.

“Esos temas no le interesan a la mayoría de los norteamericanos”, me dijo el conocido columnista George Will. Y quizás tenga razón. Pero si los candidatos presidenciales quieren el voto de los hispanos, más vale que empiecen a hablar sobre esos temas.

Al Gore tal vez se siente más tranquilo respecto al voto de los hispanos. Tradicionalmente los latinos votan en un 60 por ciento a favor del Partido Demócrata y en un 30 por ciento por el Partido Republicano. La última encuesta que leí de Hispanic Link sugiere que las intenciones de voto para éstas elecciones no han cambiado. En parte porque los hispanos todavía recuerdan con dolor las políticas antiinmigrantes del exgobernador republicano de California, Pete Wilson, y los planteamientos racistas del exrepublicano, Pat Buchanan.

Así que el reto principal es para los republicanos y su candidato George W. Bush; tienen que cambiar su imagen antiinmigrante, antilatina. Cuando fue electo gobernador de Texas, Bush obtuvo casi el 50 por ciento del voto hispano. Si lograra hacer lo mismo, ahora, con todos los votantes hispanos del país podría ser crucial para ganar estados indecisos como Illinois, Nueva Jersey, Nuevo México y la Florida.

Ahora bien, ¿por qué los candidatos presidenciales han prácticamente ignorado asuntos que afectan en especial a los hispanos? Bueno, primero porque pronunciarse respecto a temas como la amnistía migratoria, Cuba y la presencia de la marina en Vieques pudiera costarle muchos votos en otras partes del país. Son, lo reconozco, temas muy polémicos e impopulares, sobre todo el de la amnistía.

Pero la segunda razón -y quizás la más importante- por la que Gore y Bush nos han ignorado olímpicamente es porque los hispanos no hemos logrado transformar nuestras enormes aportaciones económicas y nuestra extraordinaria influencia cultural en poder político. La verdad, los ocho millones de hispanos registrados para votar difícilmente podrían decidir la próxima elección en una nación de 275 millones de habitantes.

En la elección presidencial de 1996 sólo 17 de cada 100 hispanos fueron a las urnas -según cifras de NALEO- comparado con 42 de cada 100 norteamericanos no hispanos. Este año los porcentajes deben aumentar por los grandes números de latinos que se han hecho ciudadanos estadounidenses. Pero aun así, tenemos un enorme camino por recorrer.

Los hispanos somos más del 10 por ciento de la población y deberíamos tener, al menos, el 10 por ciento de los puestos de elección popular. Sin embargo, no tenemos ni un senador hispano y ni un gobernador hispano. Eso debe ir cambiando con el tiempo. No veo lejano el día en que, por poner un caso, el gobernador de California y el alcalde de ésta ciudad de Los Angeles sean de origen hispano.

La realidad -la triste realidad- es que ahora no nos hacen caso porque los latinos no somos lo suficientemente poderosos políticamente. Es cierto, todavía no lo somos. Pero tenemos una creciente e inequívoca presencia -política, cultural y económica- y ambos candidatos y ambos partidos se equivocan al ignorarnos. Porque en un futuro, cuando realmente nos necesiten, seremos nosotros quien les podremos dar la espalda.

Ya lo ven. Que ambos candidatos supieran decir “hola amigos” en español nunca fue suficiente. Nunca.

Adios amigos.

Posdata de los otros olvidados. Los hispanos en los Estados Unidos no somos los únicos olvidados en los debates presidenciales y en la actual campaña por la Casa Blanca. Los 400 millones de habitantes de América Latina no se merecieron ni siquiera un párrafo completo en los 270 minutos de debates presidenciales. Eso no debe sorprendernos. Estados Unidos se preocupa por latinoamérica en ciclos: a veces nos abraza hasta asfixiarnos y otras ni siquiera se entera que compartimos el mismo continente. En el mundo -o más bien, mundito- que Al Gore y George W. Bush nos presentaron en los debates, los latinoamericanos (y para tal caso los rusos y los chinos, también) ni siquiera existimos.

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