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MEXICANOS SIN VOTO

Miami

Si nos hubieran dejado votar, los mexicanos en el extranjero habríamos decidido quién será el próximo presidente de México. Pero como no nos dejaron votar, los casi 10 millones de mexicanos que vivimos fuera de México -y que constituímos el 14.12 por ciento del universo de votantes potenciales- tendremos que conformarnos con ver desde lejitos las elecciones más competidas en la historia del país.

No exagero. Todas las encuestas serias sugieren un virtual empate entre Vicente Fox, el candidato del Partido Acción Nacional (PAN), y Francisco Labastida, el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI). De tal manera que los votos de los mexicanos en el extranjero hubieran definido al ganador. ¿Cuántos votos? Bueno, los que saben sugieren que entre un millón y medio y dos millones de mexicanos fuera de México habrían ido a votar éste dos de julio. Yo creo que serían más. Pero en una elección tan cerrada como ésta, esos votos serían suficientes para marcar un triunfo.

Ya estoy oyendo los gritos de los que dicen: ¡qué horror que el próximo presidente de México hubiera sido escogido en el extranjero! Pero temo decirles que nosotros, los que estamos fuera, somos tan mexicanos como ustedes y que tenemos el mismo derecho bajo la constitución para elegir al presidente de la república.

Tanto la cámara de diputados como el senado en México aprobaron (en 1996) la fracción tercera del artículo 36, estableciendo como obligación y derecho de los mexicanos “votar en las elecciones populares…y ya no en el distrito electoral que le corresponda, como se disponía con anterioridad”. Al problema práctico de cómo realizar ese voto en el extranjero, una comisión de expertos del Instituto Federal Electoral (IFE) presentó al menos seis formas distintas de votar, garantizando la integridad del proceso. Pero faltaron ganas.

La mañana del jueves primero de julio de 1999 los senadores priístas boicotearon la sesión en que se
decidiría el espinoso caso del voto en el exterior y ahí quedó la cosa. Los senadores priístas no tuvieron el valor de dar la cara a todos los mexicanos que vivimos fuera y que queríamos votar. Temían, quizás con razón, que la mayoría de los votos en el extranjero irían en contra del PRI.

No es extraño, por lo tanto, que el único de los tres principales candidatos presidenciales que no hizo campaña electoral en los Estados Unidos -donde vive la mayoría de los mexicanos en el extranjero- fuera el priísta. Los abucheos estaban garantizados; fue su partido en el senado mexicano el que nos prohibió participar éste dos de julio y el que nos arrancó un derecho protegido por la constitución. Fox y Cuauhtemoc Cárdenas, candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), sí visitaron las enormes e influyentes comunidades de mexicanos en Estados Unidos.

Y digo influyentes porque cada año enviamos a México mas de 8 mil millones de dólares y porque nuestros familiares y amigos nos escuchan. No podremos votar, pero allá saben lo que pensamos. Eso tiene un peso político.

Uno de cada seis mexicanos vive fuera de México. Es decir, en casi todas las familias mexicanas hay alguien que se fué del país. Y las voces de los que se fueron se siguen oyendo con cada telefonazo, con cada carta, con cada e-mail y con cada remesa que llega.

A nivel personal, la imposibilidad de votar me genera una enorme frutración. Tengo 42 años y nunca he votado. Nunca. Cuando era mas jóven, no votaba porque no creía en el fraudulento sistema electoral. Hoy no voto porque no me dejan.

Cuando cumplí 18 años, allá en México, recuerdo que mi papá me preguntó si iba a votar en las elecciones presidenciales. “No”, le dije, “porque el PRI siempre gana con trampas.” Corría 1976. No voté. Y qué bueno, porque el candidato del PRI, José Lopez Portillo, ganó vergonzosamente con el 94 por ciento del voto sin ningún candidato oficial de oposición. En 1982 tampoco quise votar y luego, al año siguiente, me fuí de México.

Desde entonces, ya en los Estados Unidos, no he podido votar. Soy un mexicano sin voto, al igual que otros 10 millones de mexicanos. Pero cuando podamos votar -y espero que sea en el 2006- nuestro voto irá sin duda contra aquellos que nos orillaron a irnos de México y que por décadas bloqueron nuestro derecho a participar en elecciones.

Esto es algo que no vamos a olvidar fácilmente.

Ya llegará la hora del desquite.

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