Miami. La ambigua y tibia politica exterior de México respecto al régimen de Cuba cayó por su propio peso. No se puede estar con dios y con el diablo. No se puede decir -como la hecho el presidente Vicente Fox- que México va a defender los derechos humanos en cualquier parte y al mismo tiempo estrechar las relaciones con un dictador, como Fidel Castro, que los viola constantemente.
La violenta entrada de 21 jóvenes cubanos a la embajada de México en la Habana pudo haber sido aprovechada por el gobierno mexicano para demostrar su compromiso en la defensa de los derechos humanos. Independientemente de que esos jóvenes fueran refugiados políticos o económicos, la primera actitud que toma un gobierno democrático y humanista es cuidar las vidas de quienes buscan protección en su recinto diplomático.
En cambio, en solo horas, el gobierno mexicano solicitó al régimen castrista su ayuda para desalojar a los jóvenes cubanos. Todavía hoy no sabemos donde están, cómo son tratados y cuál será la suerte de las 150 personas, aproximadamente, que fueron arrestadas la madrugada del primero de marzo (incluyendo a las que estaban dentro de la embajada).
Hay distintas versiones que sugieren que la entrada de los jóvenes a la embajada de México, utilizando un autobus para abrir la reja, fue organizada o tolerada por el gobierno de Fidel Castro para mostrar su descontento con el canciller mexicano Jorge Castañeda. Al régimen de Cuba le molestó mucho la extraordinariamente bien investigada biografía que Castañeda escribió sobre un muy imperfecto Che Guevara, la reunión que el canciller organizó recientemente entre el presidente Fox con disidentes cubanos en la isla y sus declaraciones hechas en Miami -y repetidas por Radio Martí- en el sentido de que la embajada de México en la Habana estaba abierta para todos los cubanos. Puede ser que Castro y su aparato policial hayan confabulado para poner en aprietos a Castañeda. Quizás. Pero no lo sabemos con certeza.
Lo que sí sabemos es que el gobierno de México se alió con la dictadura cubana y puso en peligro la vida de los 21 cubanos al presionar por su rápida expulsión de la embajada. Fueron tratados como criminales y no como víctimas de la dictadura. ¿Le consta al gobierno mexicano cuáles eran las verdaderas motivaciones de quienes invadieron su embajada? ¿Acaso es muy extraño pensar que alguien quiera huir de una dictadura como la cubana? Más de dos millones de personas lo han hecho.
Entiendo que la política de México respecto a Cuba difiere sustancialmente a la de Estados Unidos y a la de la mayoría del exilio cubano. México -al igual que muchos países europeos y latinoamericanos- considera que más comercio, más contactos políticos y culturales y más turismo pueden generar las condiciones para la democratización de la isla. Estados Unidos, a tono con la percepción de muchos exiliados cubanos, piensa que el embargo es la única política aceptable ante un dictador que durante 43 años se ha resistido a cambiar. Independientemente de estas diferencias, México pudo haber sido mucho más firme en su recién promulgada postura como defensor de los derechos humanos. Pero penosamente -como lo demostró el incidente en la embajada- no se atrevió.
Un dictador es un dictador es un dictador. No sé por qué el presidente Vicente Fox trata a Fidel Castro como si fuera un mandatario legítimamente elegido. En Cuba no hay elecciones multipartidistas desde hace más de cuatro décadas y la oposición política es silenciada, encarcelada y asesinada. Estoy seguro que Fox no le daría a Saddam Hussein o a Mohammar Khaddafi -otro par de impresentables dictadores- el mismo trato que le da a Fidel. Lo curioso y preocupante es que Fox, no solo se resiste a llamarle dictador a Castro -peores cosas les decía a los priístas antes de llegar a Los Pinos- sino que lo fortalece con sus constantes muestras de apoyo. Fox peleó por la democracia en México pero no parece hacerlo con la misma convicción por Cuba.
Al gobierno de México le faltó apretarse bien el cinturón para enfrentar a Castro en el asunto de la embajada. La soberanía de Cuba no debe ser una excusa. La defensa de los derechos humanos es extraterritorial. Y así, tras este triste espectáculo, México se quedó -como asegura el dicho- sin melón y sin sandía; es una cantinflada tratar de estar, al mismo tiempo, con Castro y con la causa de los que buscan un cambio democrático y el respeto a los derechos humanos dentro de la isla.
Además, las broncas que se crearon con el exilio cubano en Estados Unidos serán difíciles de reparar rápidamente y van más allá del boicot contra productos mexicanos. El gobierno de Fox es visto en algunos círculos cubanoamericanos de esta ciudad como un traidor de la causa de la libertad y los derechos humanos, para no usar otras palabras impublicables. Solo un voto de México contra Cuba ante la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra podría empezar a enmendar la imagen de un gobierno que se dobló cuando debería haber estado más firme.
Mexico tuvo la oportunidad de escoger entre estar del lado del dictador o estar del lado de las víctimas de la dictadura. Y decidió ponerse al lado del dictador.