Miami
Nunca antes ningún presidente de México había peleado tanto por los mexicanos en Estados Unidos como lo ha hecho Vicente Fox. La agenda entre México y Estados Unidos se ha desnarcotizado; el tema de las drogas prácticamente desapareció durante la reciente visita de Fox a Washington. Y ahora, en un hecho extraordinario, es México quien ha impuesto su agenda sobre Estados Unidos.
Fox no sólo ha logrado convencer a George W. Bush de la necesidad de legalizar a más de tres millones y medio de mexicanos indocumentados, sino que le ha puesto un reto al mismo presidente y al congreso norteamericano. “Debemos y podemos llegar a un acuerdo migratorio antes de fin de este mismo año, que nos permita antes de que terminen nuestro mandatos que no haya mexicanos indocumentados en Estados Unidos, y que aquellos mexicanos que ingresen a este gran pais lo hagan con papeles”, dijo Fox unas horas después de aterrizar en la capital norteamericana. Es decir, Fox ha dictado el tema principal de las negociaciones con Estados Unidos y el calendario.
El asunto de los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos siempre fue un tabú para los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Los expresidentes priístas, acobardados o incapaces de enfrentarlo, se excusaban diciendo que la inmigración era un asunto interno de Estados Unidos. Y ni siquiera se tocó el punto durante las negociaciones del Tratado de Libre Comercio. En realidad, los presidentes priístas no querían exponerse a que Estados Unidos contraatacara con críticas por la falta de democracia en México.
Pero Fox no tiene un problema de legitimidad como lo tenían los priístas; él es el primer presidente elegido democráticamente en México desde Francisco I, Madero a principios del siglo 20. Y por su defensa de los inmigrantes, no es de extrañar que Fox sea un presidente sumamente popular entre los 20 millones de mexicanos que vivimos en Estados Unidos; es, simplemente, el primer presidente de México que nos ha hecho caso. Y más lo será si, como prometió, logra darle el voto a los mexicanos en el extranjero para las elecciones presidenciales del 2006.
Sin embargo, esta imagen de Fox como un semihéroe para los mexicanos en el exterior contrasta con la de los mexicanos en México. Su popularidad allá está cayendo y
con razón.
Acabo de regresar de la ciudad de México y sé perfectamente que la prensa y la oposición política están criticando muy duro a Fox por no concretar y por no cumplir muchas de sus promesas de campaña. No hay paz en Chiapas, ni reforma fiscal, ni crecimiento económico del 7 por ciento, ni Comisión de la Verdad. Y como si esto fuera poco, se perdieron 215 mil empleos en los primeros seis meses del año.
Todo esto es cierto. Aunque también es preciso decir que Fox sí ha sido, ya, un presidente distinto a sus antecesores. Hace poco me tocó ser el moderador de una charla con Fox por la internet y más que sus respuestas me llamó la atención su estilo y el entorno presidencial. “Es una tarea difícil el ser presidente pero el humor nunca hay que perderlo”, le dijo Fox a uno de los miles de cibernautas que le plantearon sus preguntas.
En la residencia oficial de Los Pinos, en la ciudad de México, el ambiente alrededor del presidente es muy relajado y tranquilo. Desapareció la altanería, acartonamiento y arrogancia que se respiraba en torno al exmandatario priísta Ernesto Zedillo y la sensación de que todo estaba calculado -¿manipulado?- hasta el último detalle como en la presidencia de Salinas de Gortari.
De hecho, antes del chat, vi a Fox trabajar en su modesta pero agradable oficina mientras un tour de mujeres y discapacitados recorría sin prisa los bellos jardines de Los Pinos. El equipo de seguridad era eficiente pero muy modesto. Nada de la prepotencia de las presidencias priístas. Entrar a Los Pinos, aparentemente, ha dejado de ser un privilegio de los poderosos. Y creo que en estos gestos estriba una de las grandes diferencias de la presidencia de Fox: gobierna como un demócrata; no se le ha subido el poder a la cabeza.
“En el país del poder”, dijo Fox en su primer informe presidencial, “hemos acotado el poder, lo hemos ejercido en sus justas dimensiones”. Y es verdad. Atrás quedaron las presidencias con tintes autoritarios. Este es un cambio importante. Es refrescante ver a un presidente que habla derecho, que no inspira miedo en sus colaboradores, que aún escucha a sus críticos y que está dispuesto a contestar a través de la internet preguntas de desconocidos.
La segunda gran diferencia es que durante el gobierno de Fox no se ha dado una devaluación del peso ni una crisis económica como las que caracterizaron los primeros meses de las últimas cinco presidencias del PRI. A pesar de la desaceleración de la economía a nivel mundial, Fox ha demostrado ser un manager realista en tiempos difíciles.
Pero la tercera y más clara diferencia de la actual presidencia de México es que Fox está gobernando para todos los mexicanos y no sólo para los que viven en México. Sí, Fox gobierna para 120 millones de mexicanos: 100 millones en México y 20 millones en Estados Unidos. Eso quedó corroborado con su visita a Washington, Toledo (Ohio) y a esta ciudad de Miami. Eso es nuevo. Y por eso, los mexicanos de acá están diciendo: thank you, mister Fox.