Miami.
Casi todos los regalos de esta navidad los compré a través de la internet. El extraordinario descubrimiento de que no tenía que ir a las tiendas sino solo prender mi computadora, escoger el regalo, poner mi número de tarjeta de crédito (¡ay nanita!) y luego esperar plácidamente a que llegaran los paquetes por correo, me pareció lo mas cercano a las cartas que le escribía de niño a Santa Claus. Para mí, estas han sido unas navidades virtuales.
Pero la comodidad de comprar, informarnos y estar conectados a través de una gigantesca red de computadoras a nivel mundial tiene su precio en pérdida de privacidad y en nuevas adicciones cibernéticas. Debido a la internet, estamos entrando en una especie de insomnio universal. Cualquier hora es buena para enviar y recibir mensajes electrónicos o e-mail y para surfear la internet. Vivimos en un mundo 24/7 que denota actividad 24 horas al día, siete días a la semana.
La nueva tecnología –la internet, los satélites, beepers, teléfonos móviles o celulares, las agendas electrónicas…- nos está convirtiendo a todos en esclavos. En éstos días es prácticamente imposible estar desconectado. No hay nada peor –sugiere la nueva cultura cibernética- que vivir con la angustiosa incertidumbre de que algo importante puede pasar sin enterarnos. Por eso, hoy en día, la música de fondo de los restaurantes y otros lugares públicos la ponen las compañías de teléfonos móviles. Bueno, a veces es tan desesperante, que en Seattle ya hay varios restaurantes que prohíben la entrada a personas que tengan sus teléfonos encendidos.
Hace poco fui a la fiesta de una amiga y me sentí desarmado. La mayoría de los invitados llevaban uno o dos teléfonos celulares -“uno para la oficina; el otro es personal”, según me explicaron. En el cinturón varios colgaban con orgullo su localizador o beeper. De preferencia que vibre; eso es mas sensual que la gritona alarma: bip, bip…bip, bip. La idea es que mientras mas ocupado pareces, mas importante debes ser. Vivir estresado es, en otras palabras, un símbolo de prestigio.
Aun recuerdo con nostalgia la época en que me resistía a comprar un contestador automático para mi casa. Decía, ingenuamente, que quien me quisiera localizar, sabía cómo y dónde hacerlo. Hoy ya caí en la trampa. En casa tengo teléfono y fax con memoria, dos lineas telefónicas en el trabajo, dirección electrónica o e-mail, un beeper, una laptop para escribir cuando viajo, una computadora en mi cuarto y otra en la oficina que puede recibir señal de televisión por cable, una página en la internet (www.jorgeramos.com) y, desde luego, una contestadora automática.
Si por alguna razón me quisiera desconectar del mundo por unos días, me costaría mucho trabajo hacerlo. Es mas fácil, lo reconozco, seguir la corriente. Si una montañista mexicana pudo comunicarse por teléfono satelital con su mamá cuando llegó a la cima del Everest ¿que podemos esperar el resto de los mortales?
La internet, me temo, es el invento mas insidioso de todos los que he mencionado. Sospecho que muy pronto tener acceso a la red mundial de computadoras será tan necesario como lo es ahora el teléfono. Nadie será nadie sin una dirección en la internet. El nombre propio se convertira en algo secundario. Lo importante será cómo te llames en la internet. ¿Jorge? No importa. Lo importante es como localizarte en Hotmail.com o en aol.com (América Online). Está señal @ te indica dónde está tu nueva casa.
Estados Unidos, la superpotencia solitaria, como decía por ahí un gurú de la política internacional, lleva una buena delantera en esto de la internet. La mayoría de los servicios en la internet son en inglés, el mas alto porcentaje de las compañías cibernéticas son norteamericanas y ningún país tiene tantos usuarios de computadoras como Estados Unidos.
Actualmente hay cerca de 80 millones de personas que tienen acceso a la internet en los Estados Unidos, una cifra que aumenta diariamente ya que bibliotecas y escuelas permiten que cada vez mas norteamericanos puedan usar la world wide web. En Estados Unidos, de cada 100 personas 32 tienen una computadora o acceso a ella. En comparación, en México, de cada 100 personas, solo tres tienen computadora o acceso a una. El número de usuarios en México apenas pasa del millón.
Pero México no es la excepción. América Latina, en general, está muy atrasada en asuntos cibernéticos. Según la empresa International Data Corporation, por ahora hay sólo siete millones de personas en toda la región que tienen acceso a la internet. Esta cifra, sin embargo, tenderá a duplicarse en dos o tres años.
Los estadounidenses se pasan, además, mas tiempo surfeando en la internet que los habitantes de cualquier otra nación. De acuerdo con la compañía PricewaterhouseCoopers, los norteamericanos pasan mas de cinco horas a la semana metidos en la internet, el doble que los franceses, alemanes e ingleses. Y por eso no es de extrañar que se gasten mucho mas dinero en operaciones de compra a través de su computadora.
¿Cuánto? En éste año, los norteamericanos se gastarán 18,000 millones de dólares en transacciones cibernéticas (sin pagar, dicho sea de paso, un sólo centavo en impuestos). Los latinoamericanos, en cambio, se gastarán únicamente 160 millones de dolares (de acuerdo con los cálculos de la Cámara de Comercio de Santiago). Los pronósticos, sin embargo, son que el comercio electrónico se multiplicará de manera geométrica en muy poco tiempo. Aquí y allá.
Desafortunadamente las diferencias cibernéticas entre Estados Unidos y América Latina tienden a crecer. Es lógico: un estadounidense necesita ahorrar su salario de dos o tres semanas para comprarse una computadora; un latinoamericano requeriría ahorrar meses o hasta años para hacerse de una. Pero, sea como sea, cada vez es mas difícil vivir aislado de las nuevas tecnologías. El que se quede atrás, pierde su pedazo del pastel.
Les cuento todo esto un poco sorprendido. Los que tuvimos una adolescencia sin computadoras y sin celulares y sin beepers, seguramente vemos pasmados el vertiginoso cambio que estamos experimentando. Es la globalización a lo bestia. Jamás me imagine poder comunicarme instantáneamente por correo electrónico (e-miliano o chis-mail, según le dice una amiga) con cualquier persona que tenga acceso a una computadora en cualquier parte del mundo. Y tampoco pensé que algún día me iba a librar de ir a las tiendas en diciembre. Para bien o para mal, estas fueron mis primeras navidades virtuales!