No es lo mismo Hillary Clinton y Barack Obama que Barack Obama y Hillary Clinton. Cuando se trata de una elección presidencial tan peleada como la que estamos viendo en Estados Unidos, el orden de los factores sí altera el producto.
Lo que comenzó como una broma al final de un debate presidencial se está convirtiendo en la gran interrogante política que todavía nadie puede responder: Si gana Barack la nominación del partido Demócrata ¿escogerá a Hillary como candidata a la vicepresidencia? Y si gana Hillary ¿escogerá a Barack como candidato a la vicepresidencia?
Está muy claro que Hillary no puede desechar a Barack y que Barack tampoco puede deshacerse de Hillary. Así que, como esos gemelos que nacen pegados por la cadera, ahora Hillary y Barack están condenados a pasar juntos los próximos meses de su vida (política).
Llamémosles Hillarck o Ballary.
Si Barack no escoge a Hillary como candidata a la vicepresidencia, puede perder millones de votos de mujeres y de hispanos. Si Hillary no escoge a Barack como candidato a la vicepresidencia, corre el riesgo de quedarse sin los votos de los más jóvenes y de un buen bloque de los votantes afroamericanos. Esto último a pesar de que Obama dijo que “no conoce a nadie que vaya en segundo lugar ofreciéndole la vicepresidencia a alguien que va a en primer lugar.”
Todo parece indicar que el asunto no se va a resolver con las elecciones primarias. Ni Hillary ni Barack van a conseguir así los 2025 delegados que necesitan para la nominación. Entonces todo quedará en manos de los superdelegados. Pero la simple idea de que una decisión tan importante va a depender de políticos profesionales
–superdelegados- y no de los votantes provoca enojo, frustración, confusión y hasta denuncias de ser un proceso antidemocrático.
¿De qué sirvieron, entonces, las elecciones primarias?
Los superdelegados son todos los actuales congresistas, senadores y gobernadores, así como los expresidentes, exvicepresidentes, exlíderes del congreso, exdirigentes del partido y uno que otro colado. Y estos superdelegados no están comprometidos a votar por ningún candidato.
Barack, por ahora, tiene más delegados que Hillary. Sin embargo, los superdelegados podrían escoger a un candidato distinto al que obtenga la mayoría del voto popular, arriesgándose a una rebelión dentro del partido y a un voto de castigo en las elecciones presidenciales de noviembre. Eso puede resultar en un superdesastre.
A muchos no les parece justo ni democrático que 796 superdelegados –apenas el 20 por ciento del total de 4,049 delegados- impongan su voluntad por encima de los otros 3,253 delegados. Pero, justo o no, esas son las reglas del juego y todos los candidatos, incluyendo a Barack y Hillary, las aceptaron antes de lanzar su precandidatura.
Desde 1952 los Demócratas no han llegado a una convención sin candidato. Y esto podría repetirse este año. Hoy resulta imposible de pensar que la senadora Clinton o el senador Obama estén dispuestos a ceder y a entregar la candidatura a su oponente. Así que es posible que lleguemos al lunes 25 de agosto a Denver, al inicio de la convención Demócrata, y que la elección del nominado se negocie en salones cerrados.
Sin duda, uno de los principales temas pendientes es el de Florida y Michigan. Sus delegados, hasta el momento, no cuentan ni irán a la convención. Ambos estados fueron castigados por adelantar la fecha de sus elecciones primarias y no se ha encontrado una forma de resolver el problema.
Por primera vez en mucho, mucho tiempo, el partido Demócrata tiene dos candidatos que pueden ganar la presidencia. Cualquiera que obtenga la nominación puede hacer historia. Pero si el partido maneja mal la selección del candidato y deja la impresión que no fue democrática o justa, pudiera frustrar y desilusionar a muchos votantes.
Por eso, la posibilidad –aunque todavía muy remota- de que Hillary y Barack o Barack y Hillary se presenten juntos como un equipo para tratar de derrotar a John McCain, el nominado del partido Republicano –o al menos, que el perdedor apoye activamente la candidatura del nominado- ha dejado de ser una simple especulación política. Pudiera ser la única manera de no romper al partido Demócrata ni sus aspiraciones de recuperar la Casa Blanca tras 5 años de guerra y 8 años de George Bush.
El partido Demócrata está obligado a hacer honor a su nombre. O puede perderlo todo.