Las cosas están enredadas en Puerto Rico. Como siempre. El actual recuento para determinar quien será el próximo gobernador de la isla refleja, más que cualquier otra cosa, la ambigüedad política que por décadas ha caracterizado al estado puertorriqueño.
Las elecciones del 2 de noviembre no establecieron a un claro ganador. Los resultados pusieron a Anibal Acevedo Vilá del Partido Popular Democrático (PPD) con apenas 3,880 votos más que Pedro Roselló del Partido Nuevo Progresista (PNP). La diferencia fue tan pequeña entre los dos candidatos que, inmediatamente después de las votaciones, se inició un recuento.
Ese recuento, lejos de proveer un sentimiento de confianza en el sistema, ha destacado las enormes fracturas y líneas divisorias que existen en la sociedad puertorriqueña. El recuento no solo enfrenta, una vez más, a los dos candidatos (que parecen detestarse) sino que tambiém pone a luchar dos ideas totalmente distintas de lo que debe ser Puerto Rico. Y este ejercicio es viejísimo.
Puerto Rico se define, no tanto por los tres sistemas a los que puede aspirar
–independencia, estadidad o estado libre asociado- sino por vivir un permanente debate, sin resolver, respecto a su relación con Estados Unidos y a su futuro. Puerto Rico es, políticamente, más un proceso que un hecho consumado. O, como dijo recientemente Rissig Licha, es la isla de la indefinición.
El recuento para saber quien ocupará La Fortaleza se enfrenta, como era de esperarse, con los problemas típicos: boletas incompletas, marcas dudosas e intentos de manipulación partidista. Pero el asunto central es el de los votos mixtos.
Hubo miles de puertorriqueños que, siguiendo las instrucciones de su partido y amparados en elecciones anteriores, votaron por un partido político pero, al mismo tiempo, escogieron a un candidato a gobernador de otro partido. Así, hubo muchos que votaron con su conciencia por el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) -poniendo una X debajo del símbolo del partido- y, simultaneamente, votaron por el candidato a gobernador del PPD, poniendo otra X al lado del nombre de Aníbal Acevedo Vilá. Esos son los votos mixtos o también llamados “votos pivazos.”
¿Por qué hicieron eso los independentistas? Sencillamente porque, en la práctica, los independentistas no querían en La Fortaleza a un gobernador como Pedro Roselló del PNP -que favorece la estadidad y cuyo anterior gobierno fue marcado por graves acusaciones de corrupción- y prefirieron votar por el candidato (en este caso Acevedo Vilá) que tenía más posibilidades de vencerlo. Los votos mixtos reflejan las mentes mixtas y la sofisticación de los electores puertorriqueños.
Esta práctica le costará, seguramente, su registro político al Partido Independentista Puertorriqueño por no alcanzar el cinco por ciento del total de votos. Pero su visionario líder, Rubén Berríos, lo revivirá muy pronto; para fin de año el PIP espera obtener 100,000 firmas y así lograr su reinscripción como partido político.
Berríos conoce mejor que nadie el espíritu libre, independiente y hasta nacionalista de los puertorriqueños, aunque no voten por el PIP. Y para quien lo dude, basta hacer este ejercicio: pregúntele a cualquier habitante de la isla que se identifique y la mayoría le dirá, sin duda, que es “puertorriqueño”, no “estadounidense”.
Este lío electoral en Puerto Rico mezcla dos culturas, dos idiomas, dos constituciones y, en el fondo, dos naciones totalmente distintas. En comparación, el recuento en las elecciones presidenciales en la Florida en el año 2000 parece un juego de niños.
Más allá de todas estas complicaciones ideológicas y de identidad nacional, el actual recuento ha caído en las tierras movedizas de las leyes que rigen en Puerto Rico.
¿Qué leyes electorales se aplican en un recuento: las del estado de Puerto Rico o las federales que se utilizan en Estados Unidos? ¿Quien tiene jurisdicción sobre la Comisión Estatal de Elecciones, que realiza el recuento: el Tribunal Supremo de Puerto Rico o el Tribunal Federal y la Corte de Apelaciones en Boston, que responden a las leyes norteamericanas?
De cómo se respondan estas preguntas dependerá el resultado del recuento. Si se aceptan, como es una tradición electoral puertorriqueña, los votos mixtos entonces Anibal Acevedo Vilá podría consolidar su margen de victoria. Pero si se considera al voto mixto como un voto doble (y por lo tanto nulo), entonces Roselló podría convertirse en gobernador por segunda ocasión.
Tarde o temprano, Puerto Rico tendrá un nuevo gobernador. Pero crisis como la actual seguirán repitiéndose hasta que los puertorriqueños, todos, escojan un solo destino político y no den marcha atrás. Mientras tanto, por favor, que nadie aguante la respiración.