Vieques, Puerto Rico
Rubén Berríos no lo sabía. Pero en menos de 24 horas sería arrestado. Era el miércoles tres de mayo y él llevaba casi un año acampando –en señal de protesta- en las llamadas “zonas restringidas” de esta la isla Nena. Y no estaba dispuesto a salir de ahí por las buenas. “Yo no tengo reversa en esto”, me dijo. “En los principios no tengo reversa.”
Berríos decidió hacer de Vieques su causa cuando dos bombas (de 500 libras cada una) fueron lanzadas desde un avión F-14 de la marina norteamericana y mataron en un accidente al guardia civil David Sanes. Eso ocurrió el pasado 19 de abril de 1999.
Pocos días después, el ocho de mayo, el exsenador independentista se fue a vivir a Vieques, muy cerca del lugar donde pereció el guardia. Para entonces, Sanes ya se había convertido en el símbolo de la lucha para evitar que la marina norteamericana continuara con sus ejercicios militares en la isla.
Ir a ver a Berríos no fué una empresa fácil. Tras volar desde San Juan a Vieques en una destartalada avioneta construída en 1975, fué preciso negociar con un pescador el recorrido de 45 minutos, en lancha, hasta el campamento en un extremo de la isla. El peligro de una operación militar para desalojar a cientos de manifestantes como Berríos ya era más que un rumor. Y por tierra no había paso.
La docena de coloridas tiendas de campaña en torno a una ondeante bandera puertorriqueña marcó, a lo lejos, nuestro punto de llegada. El pescador apagó el motor de la lancha. Lo único que rompía el silencio eran las olas rompiendo en una playa casi virgen.
Berríos me saludó con energía pero sin prisa. No había mucho más que hacer salvo hablar con la prensa…y esperar a los marines. Camisa blanca, impecable. Pantalón verde. Cómodos zapatos, tipo suecos, sin calcentines. Barba blanca, perfectamente afeitada. Uñas cortas, muy cortas, limpísimas. Manos de pianista. Ojos claros. Atentos. Pensantes. Boca fina. Palabras precisas. 60 años curtidos bajo el sol caribe.
Parecía un poco más delgado que en las fotografías a principios de la crisis. Había bajado 30 libras por un problema de diverticulitis. Pero ni eso lo sacó del campamento. Impensable ir a un hospital en San Juan. Un doctor lo iba a visitar cada dos semanas, le ponía suero y el resto lo curaba una dieta de pescado, arroz, plátano, zanahoria y yautía. El café estaba prohibido. Las ideas derrotistas también.
Durante nueve meses Berríos estuvo viviendo en una tienda de campaña. Pasó dos huracanes en una primitiva construcción de madera. Y los tres meses previos a su arresto los durmió en una casita con techo metálico.
“Lo que yo he hecho aquí es leer, Jorge”, me dijo. En la mesa de su improvisado comedor había decenas de libros. Muchos sobre América Latina. Pero el que lo desvelada durante las noches era una biografía de Kemal Ataturk (1881-1938), el fundador de la nueva Turquía. La comparación era inevitable. Le pregunté si en esos momentos él y sus compañeros se habían lanzado en un proyecto de repercusiones históricas. “Yo siento que se está haciendo la historia moderna de este siglo que está comenzando”, me contestó sin titubear.
Pero Berríos tenía también preocupaciones más inmediatas.
· “¿Usted cree que que lo van a desalojar? ¿Tiene este temor?” le cuestioné.
· “Yo creo que todavía ellos no han decidido si van a desalojar o no”, me contestó. “Por un lado están lo que llaman en Estados Unidos los warmongers, los línea dura; y por otro lado está la gente sensata y racional. Y sería un acto de suprema irresponsabilidad política el arresto de nosotros. Esto tendría unas repercusiones horrendas para el presidente Clinton en Estados Unidos.”
Una carta que Berríos le había enviado al propio Clinton, en el otoño del 99, lo tenía esperanzado en una solución negociada. Le decía: “Cinco años después que yo me gradué de la universidad de Georgetown, usted entró en Georgetown; cinco años después que yo me gradué de Yale, usted entró en Yale; y cinco años después de Oxford, usted entró en Oxford. Usted tiene que haber aprendido las mismas cosas que yo ahí. ¿Usted no cree que es tiempo que una injusticia como esta que viola la democracia, los principios norteamericanos, las resolvamos?”
Y tras leer la carta de Berríos, según reportó el diario The New York Times, Clinton escribió en uno de sus márgenes: “no nos quieren ahí”. En esas palabras Berríos tenía anclado su optimismo. Creía que, en el fondo, Clinton entendía el problema.
No fue así.
El jueves cuatro de mayo del 2000, por la madrugada, miembros del FBI, agentes federales, y la policia local y estatal de Puerto Rico desalojaron por la fuerza a más de 200 manifestantes acampados en las “zonas restringidas”, incluyendo a Rubén Berríos.
Terminaron así los 361 días en que Vieques fué libre.
Ramos. Explíqueme. ¿Qué fué lo que pasó? El 19 de octubre (de 1999), el gobernador Pedro Roselló dijo ni una bomba más. De pronto, en enero (del 2000) tenemos un cambio de postura. ¿Que fué lo que pasó?
Berríos. Bueno, lo que pasó es muy sencillo. El presidente de los Estados Unidos se reunió con el Navy, con la armada de los Estados Unidos y llegaron a un arreglo que en efecto permitía la continuación del bombardeo por tres años más, con bala inerte, como dicen ellos. El gobernador de Puerto Rico pensó en forma muy clásica que si el presidente norteamericano y él decían eso, el pueblo puertorriqueño lo iba a aceptar.
Pero entonces el gobernador, después de hacer alardes de patriotismo -de que no iba a aceptar ni por seis minutos más el bombardeo- se plega a la exigencia del presidente. En ese momento practicamente todos los obispos de Puerto Rico, de la iglesia católica y de todas las iglesias evangélicas, por primera vez se unen junto a nosotros que estamos en estas playas y dicen: no, el pueblo puertorriqueño no acepta esto.
Cuando hay un asunto de violencia contra la mujer, tu no dices: bueno, no le puedes dar los próximos 10 días, pero después que le des los próximos dos días.
Ramos. ¿Roselló traicionó a los puertorriqueños?
Berríos. Bueno, Roselló le dió la espalda a la voluntad de este pueblo. Dejó caer la bandera y los obispos la recogieron junto con el resto del pueblo e hicimos la marcha mas grande en la historia de Puerto Rico. Los videos son testimonio de eso. Alguna gente calcula 250 mil personas en contra de la voluntad de Roselló y del exgobernador Hernández Colón, que también se fué con Roselló. Se quedaron sólos. El pueblo se unió por primera vez en demanda nacional por la paz en Vieques. Eso le ha quitado a este pueblo la impotencia; nos ha devuelto el respeto propio por primera vez, casi unánimente, en este siglo.
Ramos. ¿Usted cree que Vieques está abriendo la posibilidad de que Puerto Rico sea independiente por primera vez en un siglo?
Berríos. Bueno, la independencia de Puerto Rico depende de el respeto que los puertorriqueños nos guardemos a nosotros mismos y de que perdamos la impotencia. Y la impotencia está falleciendo con esto de Vieques porque tenemos a raya a la marina de los Estados Unidos durante todo este año y estamos nosotros recobrando un grado de respeto propio muy alto. Después que un país pierde la impotencia y gana el respeto propio y se cuenta de su propia valía no hay barrera que se le ponga en el medio. Y a la larga eso va a significar la soberanía para Puerto Rico.
Ramos. ¿Vieques hizo el cambio? ¿Vieques fue el catalizador que va a permitir la independencia?
Berríos. Yo creo que en unos años veremos que Vieques es el catalizador para la soberanía de Puerto Rico. No tengo la menor duda de esto. La historia de Puerto Rico se va a escribir antes y después de Vieques.
De pronto, un intenso ruido nos obligó a detener la entrevista. Un helicoptero rondaba en las montañas, muy cerca del campamento. Era un helicoptero de la marina estadounidense. “Vienen todos los días a filmar”, me dijo Berríos. “Son buenos soldados; hacen su homework (tarea)”. Las hélices se perdieron entre las copas de los árboles y continuamos la entrevista.
Ramos. Por supuesto, es un tema que no tiene nada que ver pero como usted sabe, hace muy pocos días, se criticó al gobierno federal (de los Estados Unidos) por el uso de la fuerza para sacar al niño Elian González de la casa de su familia en Miami. ¿Cree usted que el gobierno norteamericano tiene miedo de volver a dar esa impresión de que está abusando de su fuerza?
Berríos. Yo creo que las diferencias entre Vieques y el caso de Miami son bien grandes. Primero, aquí no estamos secuestrando a ningún niño. Aquí la moral está con nosotros. No con el padre por la custodia, como la mayoría de los norteamericanos interpreta. Y segundo, allá el problema se acaba con sacar el niño, como en efecto fué. Aquí comienza si nos arrestan a nosotros. En el caso de Miami había urgencia por la salud mental del niño. Esto es un caso totalmente diferente y sería una aventura escabrosa para el presidente Clinton meterse. No sé por qué lo haría.
Ramos. Usted me hablaba que Vieques puede generar la independencia final de Puerto Rico. Pero plebiscito tras plebiscito vemos que los independentistas no llegan al cinco por ciento de los votos. ¿Cómo explicaría entonces el surgimiento de la independencia?
Berríos. Bueno, durante este siglo en varias ocasiones –en el 14, el 36, en el 45- los independentistas hemos sido mayoría. Pero se nos remprimió y se nos aplastó. Algo que acepta ahora hasta el propio FBI. Hay una comisión del senado de Puerto Rico para estudiar eso en este momento. Es decir que los votos, las elecciones, dependen del tiempo y las circunstancias. Igual que Vieques eramos minoría del cuatro por ciento y ahora somos la aplastante mayoría los que queremos sacar a la marina, asímismo pasará con la soberanía de Puerto Rico. Es cuestión de tiempo y circunstancias. Y las circunstancias están empezando a cambiar aceleradamente como demuestra el caso de Vieques y la descriminalización del independentismo.
Ramos. ¿Usted cree que la estadidad está ahora más lejos que nunca en la historia de Puerto Rico?
Berríos. Eso. La estadidad es una pesadilla de una noche de verano. Eso ni le conviene a los norteamericanos ni le conviene a los puertorriqueños ni le conviene a los latinoamericanos. Los Estados Unidos es un país unitario en donde hay minorías que se respetan. Puerto Rico es una nación distinta.
En el campo, aquí en Puerto Rico tenemos una frase bien vieja: “Ningún jíbaro se echa un guabal al pecho”. Es decir, ningún jíbaro se pone una araña en el medio del pecho. Y el jíbaro americano no se va a echar esta araña al pecho.
Ramos. ¿Usted cree que los puertorriqueños tienen miedo de pensarse sin los Estados Unidos?
Berríos. Bueno, no más de lo que tienen alguna otra gente. Yo creo que los puertorriqueños somos un pueblo bien patriótico. Demasiado patriótas somos los puertorriqueños cuando hemos mantenido el español, la puertorriqueñeidad, el orgullo en ser latinoamericano, en contra de esta cornucopia de fondos federales (de los Estados Unidos) y de la represión. Porque por un lado sobaban con los fondos federales y del otro lado han reprimido con la maceta. Y con todo y eso aquí estamos luchando, con la marina a raya por un año.
Yo creo que este pueblo muy fácilmente va a optar por la soberanía en un período razonable de tiempo. Y la América Latina se debe sentir orgullosa de Puerto Rico; hemos sacado la cabeza por la latinoamericaneidad. El orgullo de que nosotros somos un pueblo, somos una nacionalidad única, una civilización latinoamericana. Que no somos mejor que nadie, pero peor tampoco. Y que hay que respetar nuestra forma de ser. Esto es lo que significa Puerto Rico.
Ramos. Lo que usted me dice es que el puertorriqueño nunca ha sido ni será norteamericano.
Berríos. Así mismo es. De la misma forma que las mayorías y las minorías electorales van a vuelven, las nacionalidades permanecen. Y Puerto Rico ni es, ni ha sido ni podrá ser jamás norteamericano. Y por lo tanto, es latinoamericano y va a ocupar su lugar en el concierto de naciones libres latinoamericano, con respeto hacia Estados Unidos y con buenas relaciones con el mundo entero muy pronto.
Ramos. Usted me decía que en muchos sentidos Puerto Rico ya es independiente. Pero que falta algo más. ¿En qué ya es (independiente) y qué le falta?
Berríos. En todas las manifestaciones visibles de lo que es una nacionalidad; en la cultura, el deporte, la música. Puerto Rico es puertorriqueño, es latinoamericano. Lo saben los que se han enamorado con la música de Pedro Flores o de Rafael Hernández en México y aquí en Puerto Rico lo sabemos los que nos hemos enamorado con la música de Guty Cárdenas o de Agustín Lara. Y en todo, en todo aquello que define a un pueblo para eternizarse, nosotros somos latinoamericanos. En lo único en lo que todavía no somos latinoamericanos es que no nos hemos puesto el ropaje y la dignidad de la soberanía política. Pero esa nos la pondremos muy pronto.
Ramos. Ayúdeme a definir Puerto Rico. Cuando hablo con distintos puertorriqueños hay debates enormes sobre cómo llamarle: país, nación, colonia, estado libre asociado.
¿Qué es Puerto Rico?
Berríos. Eso es semántica. O sea, hay gente aquí que dice que Puerto Rico no es una nación por que entienden nación en el témino jurídico equivalente a ciudadanía a un país en particular. (Puerto Rico) es una nación, es un fenómenos histórico, un fenómeno político, cultural, sociológico. Quien único no se da cuenta que Puerto Rico es latinoamérica es alguien que tenga una confusión mental muy grande. Pero viene un sueco, un francés y un español, y no ve diferencia alguna entre un mexicano, un cubano, un dominicano, un puertorriqueño o un venezolano.
Posdata. Rubén Berríos fue detenido, pocas horas después de esta entrevista, la mañana del jueves cuatro de mayo. El lunes ocho de mayo –exactamente un año después del establecimiento del campamento de Berríos en Vieques- se reanudaron, con balas inertes, los ejercicios militares de la marina norteamericana.