Miami
El otro día me invitaron a participar en el programa Nightline de la cadena de televisión ABC para hablar sobre un tema que le sorprendía a varios de sus productores norteamericanos. Aparentemente acababan de descubrir que hay muchas zonas de los Estados Unidos en donde sólo se habla español; en esta ciudad de Miami, en Pilsen en Chicago y el Bronx de Nueva York, en Santa Ana en California y San Antonio, Texas, en la zona salvadoreña de Washington D.C…
A nosotros -a los que vivimos ahí, a los que hablamos español, a los que formamos parte de los 35 millones de latinos en Estados Unidos- quizás ese tipo de información no nos sorprenda; después de todo forma parte de nuestra vida diaria. Por ejemplo, cuando me levanto escucho la radio, veo la televisión, leo la prensa y reviso la internet en español; hablo con mis hijos, mi esposa, mis amigos, mis compañeros de trabajo y me desenvuelvo en un mundo de negocios en español; voy al supermercado, a la peluquería, a la gasolinera, a la tintorería y a los restaurantes y no necesito más que el español; y así en casi todos los aspectos de mi existencia. Y como yo viven millones de latinos. Sólo en español. Y así está bien, muchas gracias.
Esto no quiere decir que no hablamos inglés. Desde luego que lo hacemos y es imprescindible para salir adelante en este país. Y lejos de los estereotipos y prejuicios al respecto, la mayoría de los hispanos son bilingües y se pueden comunicar tanto en ingles como en español. Pero lo que es relativamente nuevo es el impresionante crecimiento de la población que prefiere expresarse, entretenerse y escuchar sus noticias en español.
El debate hace 20 años era sobre la asimilación de los hispanos a la sociedad norteamericana. Suponían los sociologos que los latinos -como anteriormente los italianos, irlandeses y polacos- se integrarían a los Estados Unidos, sin mayores resistencias, y olvidarían gradualmente su idioma, su cultura y sus raíces.
Pues se equivocaron. El melting pot se secó.
El español está más presente que nunca en los Estados Unidos. Algunos de los noticieros de televisión más vistos en Miami, Los Angeles, Houston, Chicago y Nueva York son en español. Los programas de radio más escuchados en estados como la Florida y California son en español. Nunca ha habido tantos periódicos y revistas en castellano en este país. Y millones de personas prefieren recibir sus e-mails y surfear la internet en español (y en espanglish).
Hace 10 años sólo el 25 por ciento de los latinos escuchaban y veían los noticieros en español. Hoy esa cifra ha aumentado casi al 50 por ciento. Ni los inmigrantes italianos ni los polacos tuvieron nunca varias cadenas de radio y televisión en su propio idioma. Los hispanos sí.
Esta es, entonces, una inmigración distinta. Primero, por su cercanía a los países de origen; no es lo mismo cruzar de Tijuana a San Diego o de la Habana a Miami que de Nápoles a Nueva York. Segundo, las nuevas tecnologías -aviones más rápidos y seguros, teléfonos celulares, la misma internet- nos mantienen en constante contacto con lo que dejamos atrás. Tercero, las familias hispanas tienen mas hijos que otros grupos; el 18 por ciento de los bebes recien nacidos son latinos a pesar de que somos aproximadamente el 12 por ciento de la población. Y cuarto, que hay un impresionante flujo de nuevos inmigrantes latinos a este país; nada lo ha detenido, ni más guardias fronterizos ni cercas más altas ni los peligros del frío, los ríos y los contrabandistas o coyotes. Cada año entran un millón de nuevos inmigrantes legales a Estados Unidos y cada día se cuelan mil inmigrantes indocumentados a través de la frontera.
Por todo lo anterior, no es de extrañar que seamos la minoría mas vibrante y pujante de los Estados Unidos y que en cuestión de años (o quizás meses) desbancaremos a los afroamericanos como el grupo minoritario más grande del país. Ahora bien, el hecho de que nos gusta hablar español -50 por ciento de los hispanos prefiere hablar español y otro 35 por ciento es perfectamente bilingüe- no significa que nos hemos convertido en una isla dentro del país. Es todo lo contrario; estamos cada vez mejor educados, recibimos salarios más altos que hace una década y nuestro poder adquisitivo aumentó de 211 mil millones de dólares en 1990 a 400 mil millones en el 2000.
Lo que le sorprendió a los productores de Nightline y, en general, a millones de norteamericanos es que los inmigrantes que hablan español están cambiando rápida y radicalmente la cara de Estados Unidos. No es un país de blancos; es una nación mestiza que para el año 2059 estará constituída con puras minorías. Y el proceso ya está en camino.
En Estados Unidos se venden más tortillas que bagels y más salsa picante que ketchup. Esto es algo anecdótico. Pero refleja claramente cómo y hacia donde está cambiando la sociedad norteamericana.
No hay que ser brujo o Walter Mercado para poder ver el futuro: habrá cada vez más hispanos, aumentará inevitablemente nuestro todavía precario poder político y, sí, cada vez se hablará más español. Lo que hoy parece una rareza a muchos norteamericanos -comunidades enteras comunicándose únicamente en español- es tan sólo un avance de lo que está por venir, un pedacito del futuro de Estados Unidos.