Esta no es la columna que pensaba escribir. Pero hay que adaptarse porque con Donald Trump nos equivocamos en casi todo.
NO SEñOR TRUMP

Esta no es la columna que pensaba escribir. Pero hay que adaptarse porque con Donald Trump nos equivocamos en casi todo.
Yo lo vi. Nadie me lo contó. Construyeron su suástica con madera y clavos, poco antes que se metiera el sol en el jardín trasero de una casa en una pequeña población de Ohio. No puedo decir dónde.
Algo no está bien cuando unos celebran el dolor de millones. Ese es un día muy triste.
Nadie sabe realmente que hay dentro de la cabeza de Donald Trump. Pero sí sabemos qué es lo que sale de su boca.
Hay veces en que ya no reconozco a Estados Unidos. El mismo país que se fundó con inmigrantes acaba de escoger como candidato presidencial a un hombre que quiere deportar a 11 millones de inmigrantes en dos años.
Esta es la pesadilla de Sophie: que un día cualquiera se aparezcan agentes del servicio de inmigración en su casa de dos cuartos en Los Angeles, se lleven a sus papás y los deporten a México.
Estamos invadidos. Políticos, sus campañas, periodistas y el circo han aterrizado. Miami será, por unos días, el ombligo de Estados Unidos.
Mi hijo Nicolás va a cumplir 18 años en el verano y, por lo tanto, podrá votar en las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos. Quizás Nicolás no lo sabe todavía pero, en una elección muy cerrada, él y millones de jóvenes latinos decidirán quien será el próximo presidente (o presidenta) de Estados Unidos.
No sé cómo llegamos a este punto. En lugar de estar hablando del poder de los latinos en las próximas elecciones y sobre cómo implementar una reforma migratoria en Estados Unidos, estamos hablando de deportaciones. Algo salió mal.
Soy un periodista y mi trabajo es hacer preguntas. Donald Trump es un candidato a la presidencia de Estados Unidos y su trabajo es explicar qué haría si llega a la Casa Blanca. Su trabajo y el mío chocan.