El gesto del presidente de Argentina, Nestor Kirchner, parece extraordinario a simple vista. Son pocos, muy pocos, los presidentes que dejan el poder por gusto.
Por el contrario, si un presidente tiene la oportunidad de alargar su mandato, la aprovecha hasta el último segundo. Y ahí tenemos a Hugo Chávez como ejemplo; le queda hasta el 2013 en Venezuela y ya nos amenazó con la reelección indefinida.
En Argentina Nestor Kirchner hizo lo impensable: renunció a la reelección y le cedió la candidatura del partido Justicialista a su esposa, la senadora Cristina Fernández.
Durante meses el presidente Kirchner había dicho que un “pingüino” o una “pingüna” ganaría las elecciones del 28 de octubre, en referencia a la gélida provincia austral de Santa Cruz donde el matrimonio Kirchner se inició en la política. Y tiene razón: las encuestas sugieren que cualquiera de los dos podría ganar ante una oposición dividida. Más que elección, lo que veremos será una transferencia de poder.
Cristina Fernández es una brillante y experimentada política y podría gobernar con mejor tino que su marido. La comparan con Hillary Clinton; es abogada, sirve en el senado y es la primera dama del país.
Nada le atemoriza. Igual se reunió en el 2005 con Laura Bush en Mar del Plata que hace poco en París con la excandidata presidencial socialista, Segolene Royal.
En la pasada conmemoración de los 25 años del inicio de la guerra de las Malvinas, el presidente Kirchner, inexplicablemente, no se presentó. Pero su esposa sí.
La senadora Fernández dijo en un durísimo discurso que era “una vergüenza” que Inglaterra, “una potencia que se dice defensora de los derechos humanos (tuviera) un enclave colonial en pleno siglo 21”. Ella, así, habló por su esposo y por todos los argentinos.
Argentina es un país de mujeres fuertes y de hombres que las admiran y obedecen. Conozco varias parejas así. Y el fenómeno de la “pingüina” es parte del llamado síndrome de Evita.
Evita Perón tuvo un enorme poder de 1946 a 1952. E Isabel Perón estuvo al frente del gobierno por un par de años tras la muerte de Juan Domingo Perón en 1974. Pero Cristina Fernández sería la primera argentina en llegar a la presidencia a través de elecciones. (Nicaragua, Panamá y Chile ya se han adelantado escogiendo a mujeres como presidentas en el continente americano.)
La primera lectura es que Kirchner, el hombre, se quitó cualquier rezago de machismo para ofrecer la presidencia a su esposa. Y eso sería digno de crédito. Es la teoría de que el amor es más importante que el poder.
Nestor Kirchner –hay que decirlo- estabilizó un país que hace solo 6 años tuvo cuatro presidentes en 10 días. Y sigue construyendo. La economía argentina crecerá este año más de un 8 por ciento. Google escogió a Argentina para lanzarse a la conquista de latinoamérica. Miles de trabajadores argentinos están dejando a las compañias privadas de jubilaciones para saltar al nuevo sistema estatal de pensiones. Su Feria del Libro es un gozo de la A a la Z. Y las recaídas del futbolista Diego Maradona ya no son interpretadas como un reflejo del estado de ánimo de todo el país.
Pero pensándolo bien, las cosas no son tan claras ni tan desinteresadas. Los Kirchner están a punto de iniciar una dinastía. Si las cosas les salen bien, podrían pasar juntos 16 años en la presidencia.
Las leyes argentinas le permiten a Nestor Kirchner buscar otro período de 4 años en el 2011 y a su esposa Cristina hacer lo mismo en el 2015. Es decir, podríamos tener Kirchners hasta el 2019 y esos son muchos años. Esta es la teoría de que, para ellos, el poder es más importante que el amor.
Así que, lo que en un principio pareció un gesto desinteresado de amor y un ejemplo de solidaridad para otros hombres puede resultar, en última instancia, en una maniobra ultraegoísta, megalómana, calculada, caudillista y antidemocrática.
Sea lo que sea, al final todo queda entre pingüinos.