Un año después del comienzo de la guerra en Irak ¿está el mundo más tranquilo? ¿estamos más seguros? La respuesta a ambas preguntas es no.
Los españoles no están más seguros; murieron 202 en los ataques terroristas hace unos días en Madrid. ¿Cómo puede sentirse seguro un español que se sube a un tren, a un autobus o a un avión si teme volar en pedazos por el apoyo de su gobierno a la guerra?
En Estados Unidos han criticado mucho al pueblo español por “premiar a los terroristas” y por votar en contra del Partido Popular de José María Aznar, uno de los más fuertes aliados de Estados Unidos en la guerra en Irak. Pero esta interpretación no la comparten millones en España que están convencidos que la guerra en Irak, además de impopular, era innecesaria; desvió enormes recursos económicos y militares que debieron usarse contra Al Kaeda y, en lugar de obtener su cooperación, puso a la defensiva al mundo árabe. El Partido Popular fue rechazado, no solo por ir en contra del 90 por ciento de los españoles que se oponían a la guerra en Irak, sino también por la sospecha de haber manipulado la información el 11 de marzo culpando prematuramente y sin pruebas al grupo terrorista ETA por los actos de violencia de ese día.
La inseguridad ya se anidó en España. Pero no solo los españoles se sienten así. Los sauditas y los extranjeros que viven en Arabia Saudita tampoco están más seguros; 35 murieron en los ataques a un centro residencial en Riad el pasado mes de mayo y 18 perecieron en noviembre. Los marroquíes no se sienten seguros; 41 personas murieron en mayo en ataques a edificios de España, Bélgica e Israel. Los turcos no viven tranquilos; 53 fallecieron en varios ataques a una sinagoga, a un banco y a la embajada británica en Estambul en noviembre. Los indonesios no están seguros; 14 murieron en el hotel Marriott de Jakarta en agosto. Y en Irak, hasta el momento de escribir esto, habían muerto 576 soldados norteamericanos. Nadie, sin embargo, lleva la cuenta exacta de los civiles iraquíes que murieron durante la guerra y, después, en varias explosiones pero son miles.
La creciente cifra de muertos por ataques terroristas en todo el mundo durante el último año sugiere que la guerra contra el terrorismo no se está ganando. Esto parecería apoyar la teoría del presidente electo del gobierno de España, Luis Rodríguez Zapatero, quien dijo recientemente a la radio española que no se podía combatir el terrorismo, únicamente, con bombas y misiles Tomahawk. Y en eso tiene razón. Se necesita una estrecha cooperación internacional para luchar contra el terrorismo y tener la confianza del mundo en los métodos para lograrlo. Pero Estados Unidos no goza de la confianza ni de la credibilidad del mundo para liderar esa guerra contra el terrorismo.
El hecho de no haber encontrado armas de destrucción masiva en Irak ni las evidencias que probaran una vinculación entre Saddam Hussein y los actos terroristas del 11 de septiembre del 2001, ha dañado la credibilidad de Estados Unidos. La nueva política exterior norteamericana basada en el concepto de “guerras preventivas” no tiene apoyo universal. “No se puede bombardear a un pueblo por si acaso”, declaró Rodríguez Zapatero al anunciar que sacaría de Irak a 1300 soldados españoles antes del 30 de junio.
La guerra contra Irak es lo que más divide a Estados Unidos del resto del planeta.
La mayoría de los estadounidenses cree que la guerra en Irak ha ayudado en la lucha contra el terrorismo, según un estudio del Pew Research Center for the People and the Press. Pero la mayoría de los alemanes, franceses y turcos, por poner un ejemplo, creen exactamente lo opuesto; el consenso en muchos países es que la ocupación iraquí ha aumentado los riesgos mundiales a ataques terroristas.
¿Estamos más seguros? Quizás solo dentro de Estados Unidos. Por ahora. Con la excepción de los ataques de ricino al capitolio en Washington no hemos sufrido otro ataque terrorista en el último año. Pero la realidad es que embajadas norteamericanas y ciudadanos estadounidenses siguen corriendo enormes riesgos en varias partes del mundo. Basta ver la lista que publica el Departamento de Estado en su página de internet sobre los lugares que deben evitar los norteamericanos.
La tensa calma que se vive dentro de Estados Unidos no es, sin embargo, reflejo de lo que ocurre en otros países que sí han sido golpeados por el terrorismo en los últimos 12 meses. ¿Qué país sigue? es la pregunta. ¿Pudiera ser Nicaragua, Honduras o El Salvador, que también apoyaron a Estados Unidos en la guerra contra Irak? ¿Ucrania o Polonia? ¿Y qué me dicen de Italia y Tailandia? ¿Que tal Grecia durante las Olimpíadas?
No se trata de asustar irresponsablemente y, mucho menos, de criticar por criticar. Nada me haría más feliz que poder reportar que el mundo es más seguro y que mis hijos (nacidos en Estados Unidos) crecerán en paz, sin los peligros de ataques terroristas. Pero no puedo. Ahí está la lista de muertos. La guerra contra el terrorismo se está perdiendo bombazo a bombazo. Así está el mundo un año después del inicio de la guerra contra Irak: desordenado, desesperanzado y, por ahora, sin una estrategia común para combatir eficazmente el terrorismo.
Posdata salvadoreña. Una forma de interpretar los resultados de las pasadas elecciones presidenciales en El Salvador es que no las ganó Tony Saca, del partido Arena, sino que las perdió Shafick Handal, del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. Muchos salvadoreños deseaban un cambio pero tenían miedo de las propuestas de gobierno de Handal. Y el candidato del FMLN, en lugar de hablar abiertamente de esos miedos, se le escondió a la prensa como el avestruz. Me consta. Durante cinco meses traté de conseguir una entrevista con Handal sin ningún éxito. Y no soy el único. Moraleja: los candidatos hablan, no se esconden. Y si se esconden, pierden elecciones.