por Maricel Mayor Marsán
BAQUIANA/ FEBRERO 2004

El más famoso de todos los presentadores de la televisión hispana en los Estados Unidos nos abrió las puertas de su ocupado mundo para contestar estas preguntas desde su oficina en el Noticiero Univisión. Más allá de todo lo que las personas en sus casas podrían imaginarse, Jorge Ramos es un hombre totalmente sencillo, extremadamente modesto, definitivamente sensible y profundamente marcado por su experiencia como inmigrante. A diferencia de muchas personas que la fama y la fortuna les han hecho olvidar sus orígenes, nuestro entrevistado tiene muy presente sus comienzos en este país y lo que tuvo que luchar para abrirse paso en su carrera profesional. Por lo mismo, él siente una necesidad peculiar y sincera, a manera de Leitmotiv, de luchar por los derechos de los más desafortunados y, en especial, por los inmigrantes hispanos en los EE.UU.

M.M.M. Todos sabemos que eres un periodista básicamente dedicado a las noticias, tanto en los medios de prensa escrita como en los medios radiales y de televisión. ¿Cómo y cuándo surge en ti la idea de convertirte en un escritor de libros?

J.R. La idea de escribir libros surge cuando me di cuenta que la televisión era un medio muy incompleto para contar muchas de las noticias que me había tocado cubrir. ¿Cómo explicar una guerra en dos minutos? ¿Cómo analizar la caída del muro de Berlín en un solo noticiero? Mi primer libro, Detrás de la Máscara, surge en 1998 cuando tenía literalmente atoradas en mi mente decenas de entrevistas y viajes. Me daba cuenta que lo que había mostrado por televisión era solo una parte muy pequeña de lo que realmente ocurrió. Y por eso, por la frustración que crea la televisión, empecé a escribir libros.

M.M.M. Hasta ahora todos tus libros conservan un perfil sociológico y profundamente testimonial. ¿Has pensado dedicarte a la ficción en alguna oportunidad o incursionar en alguno de los otros géneros literarios?

J.R. La realidad siempre me ha parecido más interesante que la ficción. Es, quizás, una deformación profesional. Estoy muy acostumbrado a contar lo que veo y lo que experimento. El periodismo me ha dado un lugar privilegiado para ver la historia. Eso no lo hubiera logrado si me dedicara a la ficción. Sin embargo, creo que la ficción me permitiría contar cosas, más personales, que no me atrevo a decir en mis libros y artículos periodísticos. Y, por supuesto, me daría mucha más libertad para explorar temas más emocionales y controversiales. Así que tengo pendientes una serie de cuentos que, algún día, espero tener el valor de escribir y luego publicar.

M.M.M. Muchos escritores latinoamericanos de gran prestigio han dado lo mejor de su producción literaria a través del periodismo. ¿Consideras que se debe clasificar al periodismo como una forma de literatura?

J.R. El buen periodismo, inevitablemente, entra en el ámbito de la literatura. Pero yo no aspiro a hacer literatura. Mis trabajos son más inmediatos, no tengo esa obsesión del buen literato -como me lo dijo en una entrevista Vargas Llosa- de buscar por horas la palabra precisa. Desafortunadamente no tengo tiempo. Vivo de prisa. Creo que la distinción entre periodismo y literatura está bien marcada y así debe quedarse. Son solo algunos -muy pocos- trabajos periodísticos que dan el salto a la literatura.

M.M.M. ¿Cuáles fueron los escritores que más influyeron en tu etapa de desarrollo intelectual y profesional?

J.R. Mis clases de literatura durante la preparatoria (High School) en México fueron fundamentales. Fue ahí donde leí por primera vez a Kafka, Herman Hesse, Vargas Llosa, Cortazar, Benedetti y Hemingway. La sencillez y fuerza de Pedro Páramo me marcó mucho. Ya en la universidad, me influyó mucho Proust y su búsqueda por recuperar el tiempo perdido. A Carlos Fuentes lo admiré más tarde por su doble labor de ensayista y escritor de ficción. Por mucho tiempo fue la conciencia de México. La Noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska me orilló hacia el periodismo; ella, con esa obra, mantuvo vivos los testimonios de la matanza de estudiantes en 1968. La Entrevista con la Historia, de Oriana Fallaci, influyó mucho en mi estilo para entrevistar por televisión. Y sigo maravillado por El Otoño del Patriarca aunque muy desilusionado de la triste posición política de García Márquez respecto a Castro y la revolución cubana.

M.M.M. En tu libro Atravesando Fronteras dices que “La autodeterminación – ese derecho de cada individuo de escoger su destino – es lo que hace especial a esta nación.” ¿Te sientes vindicado con el tema de haber podido reinventar tu vida fuera de México y en este país?

J.R. En Estados Unidos me pude reinventar. Estados Unidos -y lo he dicho antes muchas veces- me dio las oportunidades que no pude tener en México. Yo quería viajar, escribir, hacer reportajes, ver la historia con mis ojos; todo eso lo he logrado en Estados Unidos. Y claro que me siento reivindicado. Haber fracasado hubiera significado regresar a México, sin un centavo, a buscar un mal trabajo. Solo pensar en eso me hizo trabajar más duro aquí y salir adelante.

M.M.M. A veces los inmigrantes se pasan la vida pensando en su país de origen, pero después de un tiempo se dan cuenta que ya no tienen mucho en común con los compatriotas que nunca han emigrado y permanecen en su país. Por otra parte, tampoco tienen muchas cosas en común con el ciudadano promedio que ha nacido y se ha criado en esta nación. En tu caso, ¿podrías decirme si hay algún punto medio en donde te sientas más a gusto?

J.R. Hay veces en que siento que no tengo hogar. Ese es el tema de mi autobiografía Atravesando Fronteras. A veces siento que no soy de Estados Unidos ni de México. Pero, otras, cuando reina el optimismo, me siento de los dos países. Hace poco, en una entrevista, Isabel Allende me comentó que ella no tiene que escoger entre Chile y Estados Unidos. Y es cierto. No es preciso elegir. Uno puede ser de los dos lados. Es decir, uno puede ser ciudadano del mundo sin sentirse culpable. Somos, después de todo, producto de la globalización cultural.

M.M.M. Hay un tema que divide a los académicos en los EE.UU. y es la mezcla del inglés y el español de manera indiscriminada. ¿Qué piensas sobre el futuro del espanglish en este país?

J.R. Bueno, es un tema que puede dividir a los académicos pero no a los hispanos en Estados Unidos. Los latinos aquí en Estados Unidos hablamos muy mal el español. Y yo soy uno de ellos. Aquí se habla mucho espanglish, un español muy poco puro y un inglés muy mezclado. Y así está bien. Los académicos pueden perder el sueño con el tema del espanglish. Pero la realidad, es que el lenguaje con que se comunican los hispanos se decide en las calles, en las casas y en las oficinas, no en las torres de cristal de los académicos. Además, cuando ya existen más hispanos parlantes en Estados Unidos que en cualquier otro país del mundo -con la excepción de México- nadie puede tener el derecho moral de tratar de imponer desde fuera la forma concreta de comunicarse. La Real Academia de la Lengua Española no tiene ningún derecho en decirle a los hispanos cómo hablar. Es más, son los hispanos parlantes en Estados Unidos quienes a la larga influirán más en el futuro del español que los propios españoles, argentinos o colombianos

M.M.M. Según lo que manifiestas en el libro La Otra Cara de América los inmigrantes latinoamericanos estamos cambiando a los Estados Unidos. ¿Qué pasa cuando los hijos y los nietos de esos inmigrantes nacen en este territorio y se forman en esta sociedad? ¿Acaso se corre el riesgo de la integración total o realmente estamos logrando aglutinar nuestras costumbres y valores para que definan posteriormente códigos de permanencia social?

J.R. Los latinos no acabaremos asimilándonos a Estados Unidos como otros grupos étnicos. No. Estamos marcando nuestro propio camino. Los hispanos estamos latinizando a Estados Unidos. Y eso es evidente en el lenguaje, en la economía, en la política, en la comida y en otras formas de expresión cultural. Pero, al mismo tiempo, estamos viviendo la americanización de los latinos. Los latinos de segunda o tercera generación, por ejemplo, prefieren comunicarse en inglés. Pero, aún así, mantienen ciertas características que los siguen identificando con el país de origen de sus padres. Además, se mantienen en contacto con sus familiares en América Latina, gracias a la tecnología, a la Internet y a los celulares, de formas en que los inmigrantes italianos o alemanes jamás lo hicieron.

M.M.M. Detrás de la máscara, Lo que vi y A la caza del León son libros de entrevistas y experiencias vividas por todo el mundo en tu labor como periodista. ¿Cuál de esas entrevistas te impacto más desde el punto de vista humano?

J.R. Curiosamente, no fue ninguna entrevista con un político o un presidente. La entrevista que más me ha impactado a nivel humano fue con Isabel Allende. La primera vez que la entrevisté ella acababa de perder a su hija Paula y yo a mi padre. Y ella me dio un maravilloso consejo que nunca he olvidado sobre cómo encontrar a mi padre en mis rutinas, en mis gestos y en mis movimientos. Ese consejo tiendo a repetírselo a todas las personas que pierden a un ser querido y, me he dado cuenta, las tranquiliza y deja en paz.

M.M.M. Confiesas haber gritado y llorado en la soledad de tu auto después del acto terrorista del once de septiembre de 2001. ¿Crees que será posible para nuestra generación encontrar el balance y la tranquilidad después de esa tragedia?

J.R. No estoy seguro. El 11 de septiembre cambió radicalmente mi percepción de Estados Unidos, del mundo y mi visión al futuro. Hasta ese día yo siempre pensé que la vida de mis hijos sería mejor que la mía. Hoy no estoy seguro. Me aterra, por ejemplo, que mis hijos tengan que pelear en una guerra. Creo que tendrán que pasar décadas para superar esta época marcada por el terrorismo y el unilateralismo norteamericano.

 

Jorge Ramos en su oficina privada de Univisión

M.M.M. ¿Qué piensas del Internet como medio de difusión cultural y literaria a nivel global?

J.R. Me parece un invento extraordinario. Es, sin duda, uno de los más importantes inventos tecnológicos del mundo. Y, como todo, su efectividad o poder de daño depende de cómo se use. La Internet (me gusta más en femenino) nos puede acercar o alejar, puede ser muy destructiva o enormemente positiva. Por ejemplo, yo ya no se pensar mi vida diaria sin su uso. Y estas respuestas de la entrevista van a dar a los lectores, precisamente, a través del Internet.

M.M.M. ¿Te consideras un hombre en busca de la historia o un hombre que se encarga de trasmitir la historia de sus tiempos?

J.R. Por ahora soy, sencillamente, un testigo de la historia. Mi trabajo en los últimos 20 años ha consistido en contar lo que he visto. Pero, últimamente, tengo más ganas de hacer algo. Cada vez me convierto más en un activista por los derechos de los inmigrantes en Estados Unidos. Y eso me hace sentir muy vivo y que mi trabajo sirve para algo.

M.M.M. ¿Qué disfrutas más, el dar a conocer una noticia o el indagar más allá de la misma y descubrir lo que hay detrás de ella?

J.R. Me siento más reportero que conductor de un noticiero (anchor) o escritor. Disfruto mucho más un día en la calle, como reportero, que escribiendo, supervisando y leyendo noticias en el estudio de televisión.

M.M.M. ¿Encontrarás algún día tu verdadero lugar en el mundo?

J.R. No lo sé. Y eso me llena de angustia. Creo que estoy condenado a vivir sin un hogar fijo.

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